sábado, 30 de agosto de 2014


Con 17 años sufrí un desamor. Ahora tengo 36, una vida hecha, mujer y un hijo, y cuando pensaba que todo estaba enterrado, apareció en sueños ella. Es una herida que nunca se me cerrará. Lo que voy a publicar aquí son las poesías, si es que pueden llamarse así a los escritos de un adolescente indocto que se enamoró visceralmente, y un par de cartas que le escribí.
Los originales quizá estén cogiendo polvo en casa de mis padres, a miles de kilómetros de donde vivo. Los escribí a mano. Pasé una noche en vela pasándolos a máquina y se los di a ella la última vez que la vi, todavía no tenía ordenador. No recuerdo cuando pero debí pasarlos a digital alguna vez. Creo que faltan dos. Los he encontrado haciendo una copia de seguridad antes de formatear la máquina.
Me enamoré de…no me atrevo ni a poner su nombre para no traerla de nuevo a mi vida…de ella como de nadie lo he hecho. Y que me perdone mi esposa, que es el amor de mi vida, la que mejor me conoce y la que tolera mis defectos y disfruta mis virtudes. Me enamoré de ella y ella de mí, no. Sin embargo tuvimos una amistad franca y…y ¿yo que sé a estas alturas?
La quería y nunca me declaré porque fui dándome cuenta de que no era correspondido y como no quería perderla, porque la amaba, albergaba esperanzas, y sufría, y expresaba mis sentimientos en el papel. Ella se enrolló con un chico, conocido de ambos, y ahí le dije que ya no podía seguir viéndola. Lo del chico no llegó a nada. Pasaron los meses, por casualidad nos encontramos  y retomamos nuestra amistad. Yo pensaba que ya estaba preparado para ser sólo su amigo, pero no fue así y de nuevo fue igual. Tuve que dejar de verla.  
Comenzaré por el final. Con el sueño que tuve hace unos días en el que apareció:

DOLO

Dolo. Intento dormir en el asiento del coche averiado, varado en una carretera secundaria a miles de kilómetros de donde quiera que estés. A ratos se atisba la luna entre las nubes. La orquesta animal rompe el silencio en el valle. Nadie en kilómetros a la redonda.
Me puede el cansancio, duermo y sueño: Paseo por las calles desconocidas de mi juventud. Entro en un amplio local y veo a alguien tumbada en el suelo, jugando. Me acerco, te levantas y te reconozco. Mis labios musitan tu nombre…Me da un vuelco el corazón, me desarmo. Tu sonrisa me hace recuperar la entereza. Camino hacia ti. Nos besamos, rápido. Dejas en mis labios una fría humedad que me resisto a saborear para conservarla, pero el aire…
Despierto exaltado de la emoción. Feliz. ¿Después de cuantos años me das el beso que tanto soñé y nunca me diste? ¿Diez? Quizá quince. ¡Cómo pasa el tiempo!
¿Por qué vuelves, si quiera en sueños? ¿No había aprendido a despreciarte?


El día aclara. Tengo que conseguir un mecánico para salir de aquí.

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