sábado, 30 de agosto de 2014

Esta carta es mi último gesto de amor, mi adiós, mi bendición y mi locura.
“Hoy he salido de ti…” como canta Rosana en su canción. Me hallo sumido en el dolor y la desesperanza pero he recobrado algo que perdí contigo, la dignidad.
Hoy he sabido, y quizá siempre, que desde que te conozco te quiero y esto aunque te hoya dicho lo contrario nunca dejó de ser así.
Cuando te fuiste con él no sufrí tan sólo porque me negué a pensar en ti, pero no sirvió mas que para atrasar el desastre. Sólo hizo falta verte una vez más para, sin saberlo yo, caer de nuevo en tus redes. Con una sonrisa me haces tuyo, con una palabra.
He pasado momentos felices junto a ti y sin embargo ni un día siquiera estuve agusto a tu lado. Nunca me permitiste expresar mi amor, ser yo mismo.
¿Cuántas veces habré reprimido mis impulsos de abrazarte, de darte la mano. De besarte o tan sólo rozarte?. Y por si esto fuera poca desdicha ayer me acusaste de necesitar mucho cariño y reprimirme al pedirlo.
Toda nuestra historia ha estado siempre para mí teñida de dolor. Yo confiaba en el tiempo y albergaba esperanzas de que comprendieras que me querías, que nunca nadie ti había querido como yo, ni te había dado tanto. Sabes que mi corazón fue siempre un libro abierto para ti. Sin embargo las cosas no seguían el rumbo esperado. Yo  tendía a corroborar mi amor. Era un sentimiento que crecía hasta hacerme perder la voluntad, e incluso la esencia de mi ser. Tú, por el contrario, apreciabas nuestra relación. Te sentías agusto en nuestra sincera amistad y esto te saciaba. No sabes el daño que me hacías.
Esto tenia que encontrar salida por algún lugar. Llega un momento en el que las lágrimas te ahogan, en el que verte significa reír para luego llorar.
Cuando ya todo es sufrimiento y no queda esperanza, ni una luz, ni una flor.
Alguien me dijo que quien no te quiere no te merece. Yo en principio no le escuché pues pensé que tú me querías. Siempre he estado engañado por tus dulces palabras. Pero, como te he dicho alguna vez, las palabras no tienen sentido si no se acompañan de acciones. Y últimamente he abierto los ojos. Percibo tu indiferencia hacia mí: no nos vemos si yo no te llamo y me duele pensar que mientras yo estoy aquí pensando en ti tu pensamiento está a años luz de mí. Pero lo que más me ha hecho comprender han sido tus reiteradas críticas contra mi personalidad. Ya no ves en mí más que mis defectos y me maltratas porque sabes que me tienes.
Sería muy fácil culparte a ti de todo. Si me encuentro en esta patética situación sólo yo soy responsable. Por formarme castillos de arena en la cabeza y no mantener los pies en la tierra, por alimentarme de una esperanza que me ha ido consumiendo poco a poco, por ser un imbécil soñador.
Yo me perdono pues qué no hace un adolescente por amor. Todo era tan perfecto: me escuchabas, me comprendías… y eres tan bonita.
He aprendido mucho. Tomo esto como una lección que me da la vida. Y quiero que sepas que no te reprocho nada. Nunca lo he hecho.
Te deseo lo mejor del mundo: que tengas suerte, que encuentres tu príncipe azul y que todo te vaya bien.
Guarda de mi un recuerdo dulce. Recuérdame como ese tonto que siempre decía la verdad.
POSDATA: Nada más terminar de escribirla la he leído y me ha parecido una carta banal. Estos sentimientos tan fuerte y tan vivos dentro de mí traducidos a palabras pierden toda su trascendencia. Pero no sabes las lágrimas que han caído sobre estas líneas. Sólo te pido que las leas detenidamente porque detrás de cada frase, de cada palabra escogida se encuentra montones de sentimientos y momentos vividos

Es hora de mirar hacia delante.

No hay comentarios:

Publicar un comentario