Esta
carta es mi último gesto de amor, mi adiós, mi bendición y mi locura.
“Hoy
he salido de ti…” como canta Rosana en su canción. Me hallo sumido en el dolor
y la desesperanza pero he recobrado algo que perdí contigo, la dignidad.
Hoy
he sabido, y quizá siempre, que desde que te conozco te quiero y esto aunque te
hoya dicho lo contrario nunca dejó de ser así.
Cuando
te fuiste con él no sufrí tan sólo porque me negué a pensar en ti, pero no
sirvió mas que para atrasar el desastre. Sólo hizo falta verte una vez más
para, sin saberlo yo, caer de nuevo en tus redes. Con una sonrisa me haces
tuyo, con una palabra.
He
pasado momentos felices junto a ti y sin embargo ni un día siquiera estuve
agusto a tu lado. Nunca me permitiste expresar mi amor, ser yo mismo.
¿Cuántas
veces habré reprimido mis impulsos de abrazarte, de darte la mano. De besarte o
tan sólo rozarte?. Y por si esto fuera poca desdicha ayer me acusaste de
necesitar mucho cariño y reprimirme al pedirlo.
Toda
nuestra historia ha estado siempre para mí teñida de dolor. Yo confiaba en el
tiempo y albergaba esperanzas de que comprendieras que me querías, que nunca
nadie ti había querido como yo, ni te había dado tanto. Sabes que mi corazón
fue siempre un libro abierto para ti. Sin embargo las cosas no seguían el rumbo
esperado. Yo tendía a corroborar mi
amor. Era un sentimiento que crecía hasta hacerme perder la voluntad, e incluso
la esencia de mi ser. Tú, por el contrario, apreciabas nuestra relación. Te
sentías agusto en nuestra sincera amistad y esto te saciaba. No sabes el daño
que me hacías.
Esto
tenia que encontrar salida por algún lugar. Llega un momento en el que las
lágrimas te ahogan, en el que verte significa reír para luego llorar.
Cuando
ya todo es sufrimiento y no queda esperanza, ni una luz, ni una flor.
Alguien
me dijo que quien no te quiere no te merece. Yo en principio no le escuché pues
pensé que tú me querías. Siempre he estado engañado por tus dulces palabras.
Pero, como te he dicho alguna vez, las palabras no tienen sentido si no se acompañan
de acciones. Y últimamente he abierto los ojos. Percibo tu indiferencia hacia
mí: no nos vemos si yo no te llamo y me duele pensar que mientras yo estoy aquí
pensando en ti tu pensamiento está a años luz de mí. Pero lo que más me ha
hecho comprender han sido tus reiteradas críticas contra mi personalidad. Ya no
ves en mí más que mis defectos y me maltratas porque sabes que me tienes.
Sería
muy fácil culparte a ti de todo. Si me encuentro en esta patética situación
sólo yo soy responsable. Por formarme castillos de arena en la cabeza y no
mantener los pies en la tierra, por alimentarme de una esperanza que me ha ido
consumiendo poco a poco, por ser un imbécil soñador.
Yo
me perdono pues qué no hace un adolescente por amor. Todo era tan perfecto: me
escuchabas, me comprendías… y eres tan bonita.
He
aprendido mucho. Tomo esto como una lección que me da la vida. Y quiero que
sepas que no te reprocho nada. Nunca lo he hecho.
Te
deseo lo mejor del mundo: que tengas suerte, que encuentres tu príncipe azul y que
todo te vaya bien.
Guarda
de mi un recuerdo dulce. Recuérdame como ese tonto que siempre decía la verdad.
POSDATA:
Nada más terminar de escribirla la he leído y me ha parecido una carta banal.
Estos sentimientos tan fuerte y tan vivos dentro de mí traducidos a palabras
pierden toda su trascendencia. Pero no sabes las lágrimas que han caído sobre
estas líneas. Sólo te pido que las leas detenidamente porque detrás de cada
frase, de cada palabra escogida se encuentra montones de sentimientos y
momentos vividos
Es
hora de mirar hacia delante.
No hay comentarios:
Publicar un comentario